La Calle Sota Muralla ostenta el título de una de las arterias más longevas de Barcelona. Su construcción se remonta a 1530, erigiéndose junto a la Muralla del Mar, una defensa contra los ataques piratas que acechaban la ciudad.
Con la demolición de las murallas en 1878, la calle Sota Muralla pasó a ocupar un lugar prominente en la trama urbana.
Las sucesivas reformas y la expansión de la Barceloneta la fueron desplazando hasta su ubicación actual.
En un mapa actual, la encontramos al final del Paseo de Colón, flanqueada por las tiendas de la Barceloneta. Se extiende entre Pla de Palau y el paseo que desciende hacia la Barceloneta, detrás de los Porches de Xifré y en dirección a la Plaça de Pau Vila.
En 1834, el capitán general Ramón de Meer y Kindelán acometió la reforma de la calle, siguiendo su trazado original paralelo a la muralla. Su recorrido inicial se iniciaba al final de la Rambla de Santa Mónica, al pie de la subida de Framenors que ascendía hasta el Paseo de la Muralla. A lo largo de la Calle Sota Muralla, en su lado interior, se fueron erigiendo edificios. Estos se levantaban unos seis metros por debajo del paseo elevado que culminaba en la antigua Plaza de Antonio López, hoy rebautizada como Plaça Idrissa Diallo.
La primitiva Calle Sota Muralla ostentaba una longitud aproximada de trescientos metros. Escaleras dobles nacían desde la Plaza Medinaceli, mientras que otras, más sencillas, se erguían cerca de la antigua Plaza de San Sebastián, permitiendo el acceso al paseo sobre la muralla.
La Plaza Medinaceli, nombrada así en honor a Luis Joaquín Fernández de Córdoba y Benavides, XIV Duque de Medinaceli, propietario de los terrenos que permitieron su expansión a partir de la antigua Plaza de San Francisco.
El 22 de mayo de 1883, la plaza pasó a denominarse Plaza de Antonio López. Durante un breve periodo en la guerra, se la conoció como Plaza del Capitán Biardeau, para finalmente recuperar el nombre de Antonio López en 1940.
REVISIONISMO HISTÓRICO ACTUAL
La Calle Sota Muralla bordeaba la Plaza de Antonio López, flanqueada por el Palacio de la Capitanía General y la casa donde se presume que vivió Miguel de Cervantes Saavedra durante su estancia en Barcelona. En la actualidad, la plaza ha dejado de ser Plaza de Antonio López tras diversas campañas, incluyendo la de su propio cuñado, que denunciaron el origen de su riqueza: la venta de esclavos. Como resultado, se ha adoptado el nombre de Idrissa Diallo.
¿QUIÉN FUE IDRISSA DIALLO?
Idrissa Diallo llegó a España en diciembre de 2011, cruzando la valla de Melilla. Su penoso estado le llevó al Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Barcelona. Dos semanas después, su delicado estado de salud lo llevó al hospital, donde lamentablemente falleció por insuficiencia respiratoria.
El deseo de eliminar el nombre de Antonio López de la plaza y la trágica muerte de Idrissa confluyeron en la opinión pública, impulsando a personas y autoridades a realizar un cambio simbólico.
El 15 de julio de 2021, el Plenario del Distrito de Ciutat Vella aprobó el cambio de denominación de la Plaza de Antonio López por la nueva Plaça de Idrissa Diallo. El cambio de nombre ha sido fruto del consenso entre partidos políticos y asociaciones públicas que durante años han luchado por eliminar la figura de Antonio López del nomenclátor de la plaza.
El Ayuntamiento de Barcelona, en un esfuerzo por atender las demandas de cambio de nombre de la plaza, retiró la estatua de Antonio López de su pedestal el 4 de marzo de 2018.
La transformación no se detuvo allí. El 26 de junio de 2021, la Ponencia del Nomenclátor del Ayuntamiento de Barcelona aprobó dividir la plaza en dos espacios independientes. La zona que se encuentra frente a la Llotja de Mar, donde originalmente se erguía la estatua de Antonio López, fue rebautizada como Plaça de Idrissa Diallo en honor al joven inmigrante fallecido en el CIE de Barcelona.
La otra sección de la plaza, ubicada frente al edificio de Correos y popularmente conocida como Plaça de Correos, finalmente oficializó este nombre, consolidando su identidad histórica. El futuro del edificio de Correos, que ha dejado de prestar los servicios para los que fue construido, aún está por definirse.
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