Los recuerdos del pasado a menudo se desvanecen con el tiempo, y es lamentable que las autoridades municipales no siempre se esfuercen por preservarlos. Cuando visitamos otras ciudades, especialmente en Europa, nos maravillamos ante los antiguos vestigios que sus antepasados dejaron atrás. Los ciudadanos de esas ciudades se enorgullecen de su historia, y sus políticos han trabajado para conservar esos tesoros del pasado.
A mí me es completamente imposible enseñar a mis nietos casi nada de lo que conocí en ni infancia. Es lógico que con el tiempo y con los cambios que ha provocados el progreso las cosas antiguas hayan desaparecido, pero sería necesario que nuestras autoridades intentaran que las conociéramos y no las olvidáramos.
Quien de los barceloneses de menos de cincuenta años conoce un poco la historia del primer ferrocarril que tuvo España, es lógico que con la urbanización de la zona no exista pero que no haya una placa que la recuerde a las nuevas generaciones.
LA LINEA BARCELONA-MATARÓ
La primera línea de ferrocarril de la España peninsular, que unía Barcelona con Mataró, no solo marcó un hito en el desarrollo del transporte nacional, sino que también simbolizó el espíritu pionero de una época. Su construcción, iniciada en 1843, supuso un desafío técnico y burocrático que finalmente se materializó en un símbolo de progreso para la ciudad y el país.
La línea se construyó extramuros, cerca del puerto, en un área conocida como el Paseo de Don Carlos o del Cementerio (actual Vía Icaria). La elección de este emplazamiento, entre el Paseo Nacional (hoy Juan de Borbón) y la plaza de toros El Torin, respondía a su cercanía al mar y a la disponibilidad de terrenos pertenecientes al glacis de la Ciudadela.
Sin embargo, la construcción no estuvo exenta de dificultades. Las autoridades militares, recelosas de cualquier intervención que pudiera afectar la seguridad de la Ciudadela, interpusieron innumerables trabas burocráticas. El principal obstáculo radicaba en la necesidad de perforar la caponera, una fortificación que unía la Ciudadela con el Fuerte de Don Carlos en la playa.
A pesar de los obstáculos, la determinación de los impulsores del proyecto finalmente prevaleció. La perforación de la caponera se llevó a cabo con éxito y la línea de ferrocarril se inauguró en 1848, convirtiéndose en un símbolo del avance tecnológico y del espíritu emprendedor de la Barcelona de la época.
La perforación de la caponera, autorizada el 18 de diciembre de 1847, permitió el paso de las vías del tren y marcó un punto de inflexión en la construcción de la línea. Los ingenieros Martí Audinis y Domènec Tomàs lideraron la obra, enfrentándose a las limitaciones impuestas por las autoridades militares, quienes, preocupadas por la seguridad de la Ciudadela, obligaron a reducir la dimensión de los túneles.
UN DISEÑO INNOVADOR
La estación original, ubicada extramuros, cerca del puerto, destacaba por su diseño innovador. Un edificio central con una pequeña torre y un reloj exterior flanqueaba dos naves laterales en forma de «U» que albergaban las vías y andenes. Una estructura de hierro con techo de vidrio y zinc cubría el espacio, creando un ambiente luminoso y espacioso. Un almacén, un depósito de agua y un pequeño edificio para las viviendas de los empleados completaban el complejo.
28 DE OCTUBRE DE 1848 UN DÍA HISTÓRICO
El 28 de octubre de 1848, la estación se inauguró con gran pompa, aunque sin la presencia de su principal promotor, Miguel Biada, quien había fallecido unos meses antes en Mataró. La ceremonia marcó un hito en la historia de Barcelona y del país, simbolizando el inicio de una nueva era de progreso y desarrollo.
La estación original de la primera línea de ferrocarril de España no solo fue una obra de ingeniería notable, sino también un símbolo del espíritu emprendedor y visionario de la época. Aunque la estación ha sido modificada a lo largo del tiempo, es importante preservar su memoria y legado como parte fundamental del patrimonio histórico de la ciudad.
1964 LA NUEVA ESTACIÓN DE CERCANÍAS.
Con la urbanización de la zona, la antigua estación de Barcelona Término-Cercanías dio paso a una nueva infraestructura, construida entre el Pla de Palau y la plaza de Pau Vila.
La nueva estación, inaugurada en 1964, tenía como objetivo dar servicio a la línea de cercanías y mantener la conexión con la línea de la costa a Mataró, Massanet-Massanas, inaugurada en 1860.
La nueva estación, obra de E. Remy y Compañía, se caracterizaba por su diseño rectangular y su disposición en tres plantas. La planta baja, de mayor altura, albergaba cuatro accesos centrales a los andenes, un bar-cafetería y un bazar. La fachada principal, en el Pla de Palau, estaba protegida por una marquesina metálica con el nombre de la estación. Las plantas superiores, con seis ventanas cada una, remataban la fachada. En la parte trasera, un reloj informaba a los viajeros de la hora.
La estación de Barcelona Término-Cercanías se convirtió en un punto clave para la conexión de la ciudad con su área metropolitana, facilitando la movilidad de miles de personas diariamente.
1992 CAMBIO DE ESCENARIO
Las Olimpiadas de 1992 marcaron un nuevo hito en la historia de la estación. Con la apertura del frente marítimo, el tramo de la estación de Cercanías hasta Sant Adrià de Besòs se suspendió en 1989. Las vías de la zona de Poblenou fueron levantadas para dar paso a la urbanización de la fachada marítima y la construcción de la Villa Olímpica. La antigua estación fue demolida.
UN NUEVO RECORRIDO
A partir de ese momento, los trenes de Cercanías que se dirigían a Sant Adrià de Besòs desviaron su recorrido por la Vía Trajana, con paradas en Clot-Aragó, Arco de Triunfo, Cataluña y Sants.
La estación de Barcelona Término-Cercanías, aunque ya no existe físicamente, forma parte de la memoria colectiva de la ciudad. Su historia refleja la evolución urbana de Barcelona y la importancia del transporte ferroviario en el desarrollo de la misma.
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