Plaza Sant Agustí Vell, Barcelona

La actual Plaça de Sant Agustí Vell debe su nombre, al antiguo convento de los frailes agustinos que se habían establecido en 1309, dentro de la Segunda Muralla (denominada de Jaime I) en el antiguo barrio de la Ribera.

EL CONVENTO DE SAN AGUSTIN DE LOS FRAILES AGUSTINOS

En 1718 la construcción de la fortaleza de la Ciudadela después de finalizado el asedio a la ciudad (entre el 25 de julio de 1713 y el 11 de septiembre de 1714 por la Guerra de Sucesión) provoco que una parte del convento fuera derribado y otra parte se convirtiera en dependencias militares.

El antiguo convento se trasladó a la calle Hospital en el barrio del Raval y el solar que quedo se restructuró con la urbanización de varias calles y la construcción de una plaza que tomo el nombre del antiguo convento denominado Sant Agustí Vell.

Posteriormente la plaza fue conocida como Plaza de la Academia, nombre que provenía de la Academia de Matemáticas destinada a la formación de ingenieros militares instalada en el edificio de la portería del antiguo convento de San Agustín, que fue derribado casi totalmente entre 1714 y 1718.

LAS CALLES DEL ENTORNO

A la plaza desembocaban seis calles: Carders, Puerta Nueva, Marquillas, Serra Xic, Tiradors y Tantarantana, así como la Plaza de la Academia, que estaba cerrada por un lado por los antiguos cuarteles de San Agustín, que tenían la entrada principal por la calle Comercio.

A primeros del siglo XX, en el centro de la plaza había una isleta de seguridad (para los peatones) donde había un kiosco de periódicos, una farola, y una fuente de hierro idéntica a la de Canaletas. En el perímetro de la plaza irregular se acumulaba un mundo de establecimientos comerciales. Una leyenda urbana decía que un un estudiante de medicina había curtido la piel de una chica fallecida de muerte natural y se la había vendido a un peletero de la calle Tiradors.

1890 Torre de las Balsas de San Pedro

La plaza poseía unas edificaciones curiosas: casas porticadas, junto a la calle Portal Non, “Puerta Nueva”, y una típica casa barcelonesa (del Gótico civil), con una torre, a la entrada con la calle Balsas de San Pedro.

Durante años hubo una colchonería, herboristería, callista, un practicante diplomado y una lechería adquiriría luego por una casa de baños, una planchadora, (oficio perdido en nuestros días), una tienda de pesca salada, la popular “bacallanería”, agencias de transportes, (entonces realizados por triciclos), una farmacia y un estanco. La plaza era el centro neurálgico del barrio, donde se aglutinaban, todas las actividades de la vida de un pueblo.

Incluso en ella abrió sus puertas un teatrillo de aficionados conocido como Calderón. También tuvo un héroe en la persona de Francisco Bofill (Su padre Jacinto Bofill, fue el fundador de la farmacia), jefe de Milicias, regidor y miembro de la Junte de Sanidad, que en 1864, cuando se produjo la terrible epidemia de cólera, del 1864, Jacinto Bofill demostró un temple formidable, lo que le llevo a ser constituido en el segundo jefe de sanidad de la ciudad, por cumplir con su deber sin regatear ni esfuerzos, lo que le llevo a su muerte víctima del mal que deseaba combatir.

La plaza a principios del siglo XX

LOS BOMBARDEOS ITALIANOS DURANTE LA GUERRA CIVIL

Durante la guerra civil, el barrio de San Pedro, que estaba unido a los barrios de Ribera y Gótico, (aunque no estaba en zona industrial), sufrió el ataque indiscriminado de la aviación del bando sublevado. En algunos casos las casas no se desplomaban por las bombas sino por la falta de buenos cimientos, lo que provoco una sensación de indefensión ante el ataque golpista.

El primer bombardeo importante tuvo lugar cinco días antes de la Navidad del 1937. Varias de las bombas lanzadas por la aviación impactaron en los edificios de la Calle Fonollar 13 y 15. Provocaron su derrumbe y ocasionaron 25 muertos.

El 19 de julio de 1937, otra bomba en la Baja de San Pedro 26 causaba cuatro muertos. En el mes de agosto en las calles de Tarantana, Arco de San Cristóbal y Blanquearía, otra bomba fue la causante de ocho muertos entre la población civil.

El 21 de octubre fueron nueve los muertos que se produjeron en las calles Trafalgar Freixures y en el Mercado de Santa Catalina. En el mes de marzo de 1938 bombardearon las calles de Las Beatas y de La Claveguera, “Alcantarilla “.

El 22 de Enero de 1939, cuatro días antes de la ocupación de la ciudad por las tropas franquistas, conscientes de que la victoria la tenían cerca pretendían crear una sensación de terror entre los indefensos ciudadanos de barrios, que aunque no constituían ningún obstáculo para la victoria, ni un objetivo militar, podían provocar actos de rebeldía entre ciudadana, que empañaría la entrada triunfal del ejecito por la avenida Diagonal, tiraron más bombas en las calles dels Metges “Médicos” y Jaume Giralt.

LA VIDA DIARIA DE LA PLAZA TRAS LA GUERRA

BAR EL MUNDIAL

Finalizada la guerra la plaza fue un centro de reunión por parte de los habitantes de la zona, dos bares acapararon el centro de reunión “Can Joanet” y “El Mundial”, este último con una historia que empezaba en 1925, cuando el padre de los hermanos Pascual y Miguel, se hizo cargo de una bodega de la plaza, conjuntamente con un antiguo camarero de la misma José María, la transformo en un bar.

Posteriormente ambos hermanos la transformaron en un auténtico bar de tapas en el que encontrabas un sinfín de excelentes y exquisitas tapas. Era fácil encontrar las desaparecidas Caracolas preparadas con una salsa particular, o las escupiñas (nada que ver con los berberechos) de Menorca.

Las tres generaciones del Mundial

LUGAR DE ENCUENTRO DE BOXEADORES Y AFICIONADOS

Se distinguía por una barra de bar de mármol y un grandioso espejo, que cohabitaba con las fotos de los mejores boxeadores de la época y en el centro un escudo del Real Murcia que el padre había puesto en recuerdo de su camarero. Junto a estos recuerdos en la parte superior una enorme estantería guardaba una colección de botellas antiguas que los hermanos habían ido guardando a través de los años.

CASA DE BAÑOS

Una mención especial se podía dedicar a una antigua casa de baños; en aquellos tiempos en la ciudad vieja no existía el agua directa a los domicilios y esta llegaba a través de unos depósitos instalados en un cuarto construido en el terrado, entraba en una pequeña cantidad y a través de un rudimentario dispositivo iba llenando los depósitos, esto provocaba que los pisos debían controlar el consumo al máximo, porque si se acababa podían estar sin agua durante un tiempo.

Este problema agudizo el ingenio de algunos que vieron un negocio especialmente los fines de semana en que entonces no existía la ducha diaria y se realizaba la ducha semanal. Con la llegada poco a poco del agua corriente dichos edificios fueron desapareciendo progresivamente.

LA FONT DELS TRAGINERS Y LA «MARIETA DEL ULL VIU»

En el lateral de la plaza entre las calles Carders y Tantarantana había una fuente abrevadero conocida como la Font dels Traginers “Fuente de los arrieros”, en la que ambos podían saciar su sed. Con el derribo del convento de San Agustín y la ocupación del edificio por parte del ejército, los soldados de la caja de reclutas del Cuartel Militar (que estaba en la plaza de la Academia), llevaban a beber a los caballos. Esa es la auténtica fuente de “la Marieta de l’ull viu” (1926) ,canción popular que cuenta como una vecina de la calle Carders e iba a buscar agua con un cántaro y donde festejaba con un soldado del cuartel.

Con la remodelación de la plaza se restauró la antigua fuente: se desmontaron las piedras y encontraron que en uno de sus caños tenía incrustada la figura de un gato. Investigando se descubrió la verdadera historia de Marieta.

La nueva fuente fue inaugurada el 5 de febrero de 1995, por el alcalde Pascual Maragall y la concejala Pilar Rahola, colocando una placa como recuerdo sobre el frontal de la nueva fuente con el siguiente lema “En recuerdo de nuestra Marieta de l’ull viu».

Con la remodelación del barrio, muchas de las antiguas casas han ido desapareciendo y en su lugar se ha construido nuevas edificaciones que han dado un toque de modernidad no solo a la plaza sino también a las calles que afluyen a ella, pero sin perder su antigua belleza.

Cuando de joven me acercaba a la Plaza de San Agustín Viejo, no reparaba en el nombre de la plaza. Hoy con la perspectiva de los años, no comprendo la adopción de dicho nombre por parte de las autoridades municipales tan proclives en realizar cambios de nomenclatura según soplen los vientos del partido que está en el poder.

La palabra de “Viejo” siempre ha sido una palabra algo despectiva y cuando ha sido usada para las personas siempre ha sido rebatida por “viejos los muebles las personas mayores”.

Por eso cuando he realizado el estudio de las dos plazas y del convento de San Agustín el Viejo, he podido comprobar que los dos conventos y las dos plazas corresponden a la misma persona, por lo tanto si usamos el nombre del santo para las dos, ¿no sería más correcto el llamar a la primera? “Antigua plaza de San Agustín”.

Mucho me extraña que los ideólogos del nomenclátor de la ciudad, no hayan advertido este error tan flagrante… pero también me extraña que las asociaciones culturales y de vecinos, que siempre están buscando tres pies al gato, no hayan atinado en buscar el cambio de nombre a dicha plaza.


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PLAZA SAN AGUSTIN VIEJO

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