1937 UN EFIMERO MONUMENTO AL SOLDADO DEL PUEBLO

Esta es la historia de un efímero monumento inaugurado en el centro de la actual Plaça Catalunya por el presidente de la Generalitat de Catalunya Lluís Companys el 14 de marzo de 1937.

Al principio de 1937 en unos momentos en que el conflicto generado por el golpe de estado del general Francisco Franco el inicio de la guerra civil y en Catalunya un grupo de milicianos habían formado con jefes y oficiales el entonces conocido como el Batallón de la Muerte.

El presidente de la Generalitat Lluís Companys junto con sus consejeros y algunos intelectuales pensaron en lo e interesante que sería para el batallón y para el pueblo realizarles un homenaje lo que les daría un golpe de moral no solo al grupo de milicianos sino al mismo pueblo.

La Generalitat se reunió con una serie de artistas e intelectuales y decidieron estudiar un proyecto para construir la figura de un soldado miliciano que colocarían hasta la finalización del conflicto en el centro de la plaza Cataluña, en agradecimiento a los soldados que estaban luchando en el frente que serviría de agradecimiento y de aliento y esperanza de conseguir el triunfo final.

No en vano las relaciones de los dos sindicatos principales CNT- UGT no estaban pasando su mejor momento con el intento de acaparar por separado el protagonismo.

Los responsables del proyecto se pusieron en contacto con el escultor Miquel Paredes i Fonollà, autor de la llamada «la más pequeña de todas» dibujada por Lola Anglada.

Paredes se puso en contacto con otros artistas entre los cuales se encontraban Adolf Armengol, Marcel.lí Porta, Josep Alumà y el escenógrafo Joaquim Bartolín que diseñaron la figura de un miliciano de pie en posición de descanso, que sostenía un fusil con bayoneta entre las manos.

La figura fue construida en yeso y arpillera con una altura de 12 metros que representaba la figura de un miliciano con un fusil en la mano.

La inauguración se había anunciado para la mañana del domingo 14 con el fin de que pudieran asistir el mayor número de personas posibles.

Como era lógico al acto asistió el Presidente de la Generalitat Lluís Companys y las primeras autoridades barcelonesas que participaron del acto desde la tribuna instalada en la acera del lado Besós delante del edificio del Hotel Victoria (ampliación del primitivo edificio de Vicente Ferrer).

En primer lugar se celebró un desfile en el que participo una banda de trompetas y tambores y un grupo de sanitarios. Acto seguido inauguro la estatua Lluís Companys que posteriormente realizaría un discurso glosando la lucha de los milicia y la necesidad de estar todos unidos para derrotar al enemigo, al mediodía se dio por finalizado el acto.

Mientras Companys arengaba a la población para mantenerse unidos unos metros a su derecha en el Hotel Colon que había sido requisado a sus propietarios y ocupado por el PSUC y la CNT, lucia en sus balcones las fotografías de los líderes soviéticos Lenin y Stalin.

Con el final de la guerra la plaza paso en un corto espacio de tiempo del derribo de la figura del soldado primero al cambio de nombre por parte de la dictadura bautizó la plaza con el nombre de “Plaza del Ejército Español”.

Habían pasado dos meses desde el 26 de enero y La Vanguardia que desde el día 28 de enero se había convertido en La Vanguardia Española, el miércoles 29 de marzo de 1939 en su página 6 publicaba un artículo que entre otras cosas decía: «La manifestación, en orden magnífico, siguió por el Paseo del General Mola hasta la Plaza del Ejército Español. En este último, lugar se unieron a los manifestantes los obreros de la fábrica «La Hispano Suiza», en número aproximado a un millar».

La manifestación enfiló las Ramblas y luego la calle de Fernando, hasta llegar a la Plaza de San Jaime. Posteriormente el 1 de mayo en el centro de la plaza se inauguró un obelisco como homenaje a los caídos. La premura del tiempo en su construcción hizo que los responsables del proyecto no estuvieran de acuerdo con el obelisco por lo que un año después fue cambiado por otro mucha más calidad pero con la misma ideología.

Pese a la trascendencia que para algunos significo el cambio de nombre, el propio general Yagüe que había entrado en Barcelona como vencedor no consideró acertado el haber realizado el cambio de nombre de la plaza Catalunya para dedicarla al ejército español.


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