En la avinguda Diagonal 508-510, entre las calles Balmes y Tuset, se alza la imponente Casa Coll Portabella, un vestigio del Barcelona de principios del siglo XX.
Encargada por el industrial textil Ignasi Coll Portabella, esta residencia se erige como un símbolo del apogeo económico y cultural de la época.
IGNASI COLL PORTABELLA
Ignasi Coll Portabella nació en Sevilla el 16 de agosto de 1856, en el seno de una familia catalana que se encontraba temporalmente en la ciudad andaluza por motivos laborales. Poco después, la familia regresó a Barcelona, donde Ignasi cursó sus estudios y se forjó como uno de los empresarios más relevantes de España durante el siglo XX.
Si bien sus pasos iniciales lo encaminaron hacia la industria textil siguiendo el legado familiar, Ignacio Coll Portabella no se limitó a este sector. Su espíritu emprendedor lo llevó a diversificar sus inversiones y convertirse en una figura clave en el desarrollo económico de la España del siglo XX.
En 1893, junto a su hermano Pascual, fundó la empresa textil «Coll Hermanos», dedicada a la fabricación de paños de lana. El éxito de esta empresa no lo satisfizo y, con una ambición incansable, buscó nuevos retos. En 1903, se asoció con Juan Musolas en la compañía cervecera «La Bohemia», donde rápidamente ascendió a la presidencia. Esta experiencia lo impulsó a participar en la fusión de varias cerveceras en 1910, dando origen a la actual Sociedad Anónima Damm, donde ocupó la presidencia hasta su fallecimiento en 1943.
La trayectoria de Ignacio Coll Portabella no se limita a la industria textil y cervecera. A lo largo de sus 87 años de vida, ocupó cargos de dirección en diversas empresas de sectores estratégicos para el desarrollo del país. Entre ellas, se destacan la Sociedad General de Aguas de Barcelona, Banca Arnús, Banco Hispano Colonial, Compañía de Electricidad y Gas Lebon. Además, ejerció como vicepresidente de Ferrocarriles del Norte de España.
La visión empresarial de Ignacio Coll Portabella lo convirtió en uno de los cien empresarios más importantes de España en el siglo XX. Ocupó el cargo de consejero delegado en la Compañía de Tabacos de Filipinas y consejero delegado en Seguros La Equitativa. También fue consejero delegado en CAMPSA.
1918 SE INAUGURA LA CASA COLL PORTABELLA
Ignacio Coll Portabella decidió construir una residencia que reflejara su estatus y éxito. En un solar contiguo al jardín del Palacio Pérez Samanillo, hoy sede del Círculo Ecuestre, se erigió la Casa Coll Portabella entre 1914 y 1918. El arquitecto Josep Graner fue el encargado de plasmar en ella un estilo ecléctico que combinaba elementos clásicos y modernistas, dando vida a una obra maestra de la arquitectura barcelonesa.
EL EDIFICIO
La construcción constaba de planta baja y cuatro alturas, el máximo permitido por el ayuntamiento en ese entonces. La fachada, reflejo de la grandiosidad de la época, presentaba en la planta baja cuatro ventanales rectos con columnas a los lados, sobre los cuales se ubicaban cuatro pequeños orificios con remates de medio punto que iluminaban los sótanos. En el lado derecho, una majestuosa puerta de entrada con arco de medio punto daba acceso al vestíbulo de la escalera.
Los cuatro pisos superiores se caracterizaban por la variedad de formas en sus balcones, tanto en los extremos como en la parte central. El piso principal destacaba por sus dos miradores curvados acristalados flanqueados por cuatro columnas de piedra y tres salidas a la calle con una baranda corrida de piedra.
El piso superior continuaba con balcones redondeados en los extremos, adaptándose a la forma del techo del piso inferior, y tres balcones centrales rectos con barandillas individuales de hierro forjado.
En el tercer piso, la disposición era similar, con balcones redondeados en los extremos y tres balcones centrales con barandillas de hierro forjado.
El cuarto piso marcaba un cambio radical, con balcones rectos en los extremos y un balcón central de formas redondeadas que abarcaba las cinco puertas de salida, destacando sobre los demás pisos. Rendía homenaje al modernismo catalán, corriente artística en boga durante la época de construcción del edificio. Dos cúpulas remataban los extremos de la fachada, adornadas con un revestimiento de pequeñas piezas de cerámica conocido como «trencadís». Flanqueando las cúpulas, dos elegantes columnas se erguían como guardianes de la belleza. Estas columnas, de estilo clásico, contrastaban con las formas sinuosas del trencadís y aportaban equilibrio y sobriedad al conjunto.
La fachada del cuarto piso se completaba con una barandilla de piedra recta que protegía las cúpulas y recorría todo el ancho del edificio. Esta barandilla, a diferencia de las barandillas de los pisos inferiores, presentaba un diseño más elaborado y ornamentado, coronando la Casa Coll Portabella con un broche de oro que reflejaba el gusto exquisito de su propietario.
Más allá de su imponente fachada, albergaba lujosos interiores que reflejaban el estatus y el buen gusto de su propietario. Desgraciadamente, la Guerra Civil Española y los cambios urbanísticos de la posguerra modificaron considerablemente la estructura original del edificio, fragmentándolo en distintas propiedades. Hoy en día, solo podemos imaginar la opulencia y el esplendor que alguna vez llenaron sus espacios.
El imponente edificio de la Casa Coll Portabella, aún intacto en aquel entonces, se convirtió en un escenario inesperado para un capítulo crucial de la historia española.
El 21 de febrero de 1939, al finalizar la Guerra Civil Española, el General Franco encabezó un desfile militar por la Avenida Diagonal.
Al llegar al cruce con la calle Balmes, descendió de su vehículo y subió a uno de los balcones del piso principal de la Casa Coll Portabella. Desde allí, con el brazo en alto, presenció el resto del desfile en su honor, protagonizado por tropas de regulares y legionarios.
Al día siguiente, el diario «La Vanguardia», ya con el doble encabezado «Española», publicó en exclusiva un reportaje fotográfico de Pérez de Rozas sobre el evento. En la portada, se destacaba el discurso pronunciado por Franco la noche anterior.
MODIFICACIONES ESTRUCTURALES
Con la autorización del gobierno municipal, el edificio fue «descabezado», perdiendo sus dos cúpulas y la barandilla de piedra. Esta decisión, tomada para aumentar la capacidad del edificio y los ingresos de sus propietarios, se tradujo en la pérdida de un elemento arquitectónico único y distintivo.
BOLERA BOLICHE
Desafortunadamente, este no fue el único sacrificio que la Casa Coll Portabella tuvo que enfrentar.
La planta baja del edificio fue demolida para construir la Bolera Boliche de seis calles en su interior.
Posteriormente convertida en Cine Boliche.
A lo largo de su historia, la Casa Coll Portabella ha sufrido diversas modificaciones que han alterado significativamente su estructura original. La pérdida de las cúpulas, la barandilla de piedra y la planta baja han dejado una huella imborrable en su fisionomía. A pesar de estas transformaciones, el edificio conserva su esencia y sigue siendo un símbolo de una época dorada en la historia de Barcelona.
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